jueves, 25 de mayo de 2017


REALISMO



El realismo literario es una corriente estética que supuso una ruptura con el romanticismo, tanto en los aspectos ideológicos como en los formales, en la segunda mitad del siglo XIX. Se extendió también a las artes plásticas en Latinoamerica.






Origen del término:


Aparece aplicado a la literatura hacia 1825 para referirse a la imitación por parte de los románticos de la naturaleza y al detalle descriptivo de algunos de sus novelistas. Más tarde, su significado se precisó para aplicarse a ciertos pintores como Gustave Courbet que, frente a los temas grandilocuentes y las escenografías aparatosas del Romanticismo, llevaban a sus lienzos sencillas escenas de la vida cotidiana; enseguida se aplicó el vocablo a las obras literarias animadas de un propósito análogo de recoger fieles testimonios de la sociedad de la época.

Hacia 1827 en Francia una serie de escritores y críticos presentan ya al realismo como una nueva estética alejada u opuesta a la romántica. En 1856 aparece una revista titulada precisamente Realismo, que en uno de sus números dice:
El realismo pretende la reproducción exacta, completa, sincera, del ambiente social y de la época en que vivimos... Esta reproducción debe ser lo más sencilla posible para que todos la comprendan.

El Realismo surgió en la Francia de la primera mitad del XIX. Se inició con autores como Balzac y Stendhal, y se desarrolló con Flaubert en Francia. En España, el inicio realista coincidió con acontecimientos históricos capitales. Surgió hacia 1870, después de ―La Gloriosa‖, y tuvo su apogeo en la década de 1880. Finalmente decayó en la década de 1900








Caracteristicas:


Los rasgos fundamentales del realismo son los siguientes:


Procura mostrar en las obras una reproducción fiel y muy apegada de la realidad.


Se opone al romanticismo en su rechazo de lo sentimental y lo trascendental; aspira, en cambio, a reflejar la realidad individual y social en el marco del devenir histórico.


Debido a su afán verista o de verosimilitud, el realismo literario se opone asimismo directamente a la literatura fantástica.


Hace un uso minucioso de la descripción, para mostrar perfiles exactos de los temas, personajes, situaciones e incluso lugares; lo cotidiano y no lo exótico es el tema central, exponiendo problemas políticos, humanos y sociales.


El lenguaje utilizado en las obras abarca diversos registros y niveles de lenguaje, ya que expresa el habla común y se adapta a los usos de los distintos personajes, que son complejos, evolucionan e interactúan influyendo en otros.


Las obras muestran una relación inmediata entre las personas y su entorno económico y social, del cual son exponente; la historia muestra a los personajes como testimonio de una época, una clase social, un oficio, etc.


El autor analiza, reproduce y denuncia los males que aquejan a su sociedad.


Transmite ideas de la forma más verídica y objetiva posible.




Autores españoles


Juan Valera y Alcalá-Galiano (Córdoba 1824 - Madrid 1905)


José María de Pereda (Polanco1833Santander1906)

Benito Pérez Galdós. (Gran Canaria 1843 – Madrid 1920)


Autores Extranjeros:

Sthendhal (Grenoble, 1783-París,1842)

Honore de Blazac(Tours, 1799-París, 1850)

Gustave de Flauvert(Rouen, 1821-Croisset, 1880)


Texto:
Benito Perez Galdos;

La desheredada

*Saliendo a relucir aquí, sin saber cómo ni por qué, algunas dolencias sociales, nacidas de la falta de nutrición y del poco uso que se viene haciendo de los benéficos reconstituyentes llamados Aritmética, Lógica, Moral y Sentido Común, convendría dedicar estas páginas… ¿a quién? ¿al infeliz paciente, a los curanderos y droguistas que, llamándose filósofos y políticos, le recetan uno y otro día?… No; las dedico a los que son o deben ser verdaderos médicos: a los maestros de escuela.*

Capítulo I

«…¿Se han reunido todos los ministros?… ¿Puede empezar el Consejo?… ¡El coche, el coche, o no llegaré a tiempo al Senado!… Esta vida es intolerable… ¡Y el país, ese bendito monstruo con cabeza de barbarie y cola de ingratitud, no sabe apreciar nuestra abnegación, paga nuestros sacrificios con injurias, y se regocija de vernos humillados! Pero ya te arreglaré yo, país de las monas. ¿Cómo te llamas? Te llamas Envidiópolis, la ciudad sin alturas; y como eres puro suelo, simpatizas con todo lo que cae… ¿Cuánto va? Diez millones, veinticuatro millones, ciento sesenta y siete millones, doscientas treinta y tres mil cuatrocientas doce pesetas con setenta y cinco céntimos…; esa es la cantidad. Ya no te me olvidarás, pícara; ya te pillé, ya no te me escapas, ¡oh cantidad temblorosa, escurridiza, inaprehensible, como una gota de mercurio! Aquí te tengo dentro del puño, y para que no vuelvas a marcharte, jugando, al caos del olvido, te pongo en esta gaveta de mi cerebro, donde dice: Subvención personal… Permítame Su Señoría que me admire de la despreocupación con que Su Señoría y los amigos de Su Señoría confiesan haber infringido la Constitución… No me importan los murmullos. Mandaré despejar las tribunas… ¡A votar, a votar! ¿Votos a mí? ¿Queréis saber con qué poderes gobierno? Ahí los tenéis: se cargan por la culata. He aquí mis votos: me los ha fabricado Krupp… Pero ¿qué ruido es este?¿Quién corretea en mi cerebro? ¡Eh!, ¿quién anda arriba?… Ya, ya; es la gota de mercurio, que se ha salido de su gaveta…».
El que de tal modo habla (si merece nombre de lenguaje esta expresión atropellada y difusa, en la cual los retazos de oraciones corresponden al espantoso fraccionamiento de ideas) es uno de esos hombres que han llegado a perder la normalidad de la fisonomía, y con ella la inscripción aproximada de la edad. ¿Hállase en el punto central de la vida, o en miserable decrepitud? La movilidad de sus facciones y el llamear de sus ojos, ¿anuncian exaltado ingenio, o desconsoladora imbecilidad? No es fácil decirlo, ni el espectador, oyéndole y viéndole, sabe decidirse entre la compasión y la risa. Tiene la cabeza casi totalmente exhausta de pelo, la barba escasa, entrecana y afeitada a trozos, como un prado a medio segar. El labio superior, demasiado largo y colgante, parece haber crecido y ablandádose recientemente, y no cesa de agitarse con nerviosos temblores, que dan a su boca cierta semejanza con el hocico gracioso del conejo royendo berzas. Es pálido su rostro, la piel papirácea, las piernas flacas, la estatura corta, ligeramente corva la espalda. Su voz sonora regalaría el oído si su palabra no fuera un compuesto atronador de todas las maneras posibles de reír, de todas las maneras posibles de increpar, de los tonos del enfático discurso y del plañidero sermón.


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